ALBERTO MORENO
Al abordar los problemas de organización existe el riesgo de exagerar la ideología y perder de vista o descuidar sus principios particulares, cayendo nuevamente en la unilateralidad.
Ya hemos dicho que la organización tiene principios, métodos, formas, normas que le son inherentes, independientemente de que en su trasfondo esté siempre presente la ideología y la política. Además, existe una variedad enorme de organizaciones políticas, sociales, económicas, culturales, sindicales, étnicas, de género, deportivas, etc. El Partido es una forma específica de organización política del proletariado peruano. Por eso la necesidad que tenemos de contar con un enfoque concreto acerca de lo que es propiamente la construcción orgánica del Partido.
Si examinamos el sistema de organización, el funcionamiento de las células y los comités, o la aplicación del centralismo democrático en el Partido, notaremos rápidamente gruesas fallas y desviaciones. Poniendo como ejemplo el centralismo democrático, observaremos que al lado de errores en su aplicación -que facilitan en unos casos tendencias anárquicas y liberales o autoritarias, en otros- existe una incomprensión de sus fundamentos teóricos, políticos e ideológicos. Si este principio, que es el más importante en el terreno organizativo, no funciona o funciona mal, no esperemos que el Partido se encuentre en capacidad de llevar a cabo sus políticas, cumplir sus tareas, tener disciplinadas sus filas. Sin democracia interna se abrirán paso el autoritarismo y el verticalismo, y no nos encontraremos en condiciones de captar la sabiduría colectiva del Partido y de las masas, ni de comprometer a éstas en la lucha que promovemos. De otro lado, si no funciona adecuadamente el centralismo, se abrirá paso la anarquía, se debilitarán la cohesión interna y la capacidad de dirección, y tampoco estaremos en condiciones de poner en práctica las decisiones adoptadas poniendo en movimiento la iniciativa de la gente. Necesitamos democracia como centralismo, libertad como disciplina, espíritu de sacrificio como satisfacción moral. Esto no se logra por la vía puramente administrativa, sino a través de una firme educación y lucha ideológica, de la compenetración con la política del Partido, sumados al control en el cumplimiento de las tareas. Quienes poseen un firme espíritu partidista y una práctica partidista, poseerán también una sólida actitud democrática y de respeto a las masas, junto con la firme determinación y disciplina para llevar a cabo las decisiones asumidas.
Los comunistas estamos obligados a estudiar las leyes y principios que rigen la construcción orgánica del Partido, sus formas y métodos. Existen principios universales, aplicables a todas las formas de organización (el Estado, los partidos políticos, las empresas, los sindicatos, las cooperativas, el ejército, etc.). Necesitamos estudiarlos así como asimilar la experiencia internacional del proletariado, sin descuidar en ningún momento lo que es propio del Partido en las condiciones del Perú, de la lucha de clases tal como se presenta, del momento concreto en que nos encontramos. Sería erróneo creer que nada tenemos que aprender de otras experiencias o de otras formas de organización, como lo sería también imitarlos ciegamente sin tomar en cuenta nuestra realidad y objetivos. Lo que nos proponemos construir es un partido revolucionario de masas eficiente, moderno, creativo, que despliegue el entusiasmo y las cualidades de sus militantes, unificado en el pensamiento y la acción, enraizado en las masas, que crezca en el número de sus militantes y su influencia, capaz de convertirse en la alternativa que el pueblo peruano aguarda.
Al abordar los problemas de organización estamos obligados a diferenciar aquello que es propio del Partido de aquello que corresponde a organizaciones tales como el MNI, la Juventud Comunista, la Juventud Popular u otras formas de organización de frente único, sindical o de masas. Es erróneo medir todas ellas con la misma regla y utilizar los mismos procedimientos y métodos. A cada cual lo que le corresponde. No considerarlo nos genera problemas. Muchos camaradas confunden el Partido con el MNI, o el sindicato con el Partido, y trasladan mecánicamente los métodos de uno a otro. Este es un tema que debe merecer nuestra atención y hacer el esclarecimiento del caso. Un partido de vanguardia no puede entender la organización solamente como lo propio, olvidando la suma de organizaciones que dirige, influye o necesita ganar bajo su influencia. Sólo el Partido nunca será suficiente, incluso en el socialismo. ¿O creen ustedes que podríamos conseguir nuestros objetivos revolucionarios dejando de lado el frente único, los sindicatos, las organizaciones de masas, culturales, de género? No olvidemos que los grandes ríos son la suma de decenas o cientos de afluentes, ninguno de ellos igual al resto. Es pues indispensable que las tomemos en cuenta, reconociendo sus peculiaridades y sus formas específicas. Depende de nosotros saber unirlas y canalizarlas hacia el objetivo común.
El enfoque concreto es igualmente necesario al momento de examinar el trabajo organizativo del Partido. Si actuamos así nos preguntaremos: ¿por qué el Partido funciona en algunos lugares y en otros no?, ¿por qué en algunos comités se incrementa el número de militantes y en otros se estanca y decrece?, ¿por qué los comités no funcionan o funcionan deficientemente?, ¿por qué las células son débiles y muchas veces con escaso o nulo vínculo con las masas populares? ¿Por qué, finalmente, nuestra raíz en el proletariado continúa siendo débil?. Si no se toman en cuenta las circunstancias concretas en que se halla el Partido y sus militantes, usaremos un rasero único para todos los casos, y entonces el resultado será siempre negativo. Partiendo de las cuestiones generales, estamos en la obligación de atender la circunstancia concreta, donde siempre estarán presentes distintos factores que hay que examinar en detalle.
EL PARTIDO QUE NECESITAMOS*
... El problema que se nos presenta ya no está en el hecho de que las masas no quieren avanzar o no se atreven a luchar, como ocurrió en buena parte de la década de los noventas. Ahora el asunto es otro: amplios sectores del pueblo se incorporan a la lucha democrática, y sus sectores más avanzados a la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo. Esta situación exige un Partido Comunista con capacidad de enfrentar y dirigir este proceso. Con capacidad no solamente orgánica, también política, ideológica, cultural, con implantación real y condiciones de desarrollo en el seno de esas masas. La influencia del espontaneísmo o el empirismo, el peso que todavía conservan el abstencionismo político o el sectarismo, la insuficiente unidad ideológica o la debilidad teórica, los desajustes en el sistema de comités y el centralismo democrático, o la falta de adecuado entendimiento de la conducción y dirección revolucionarias, por ejemplo, dificultan acelerar la marcha y adecuarse rápidamente a los cambios que se producen a gran velocidad. El factor subjetivo, consciente, organizado, que es el Partido, no marcha al ritmo de los acontecimientos. Es aquí donde debemos producir un salto de calidad. Su comprensión es decisiva para ordenar y orientar el trabajo a lo largo del período. Todo esto en un mundo cambiante que no se puede desconocer y que ejerce influencia considerable en la marcha del Partido. Dar ese salto de calidad es una condición para seguir avanzando y, al mismo tiempo, un reto no pequeño.
De lo expuesto se puede deducir que no es suficiente ratificar la fidelidad marxista-leninista del Partido. Necesitamos ir más allá: a resolver los problemas concretos y las peculiaridades que plantea la revolución a los comunistas peruanos. Es aquí como iremos reconstruyendo el Partido, elevando su capacidad de conducción, organización y elaboración teórica e intelectual.
En estas premisas se funda el partido revolucionario de masas que necesitamos. Hasta ahora, y en lo fundamental, no hemos logrado salir de la mentalidad de partido secta. Un partido que piensa y actúa más hacia adentro que hacia afuera, hacia las masas. Sin una columna de cuadros fundamentales, ningún partido, menos el comunista, puede cumplir su misión. El reduccionismo del Partido a los cuadros, sin embargo, olvida la masa de militantes y la relación de éstos con la masa del pueblo, sin cuyas dos relaciones fructíferas no tiene futuro.
Necesitamos construir un partido grande por su influencia ideológica, política, cultural y ética en la sociedad, por su presencia directa y capacidad de conducción entre los trabajadores y en general en el pueblo, por su capacidad y lucidez revolucionaria, pero también grande por su número de afiliados, simpatizantes y amigos. Este, desde luego, es un proceso complejo, difícil, de riesgo. Pero nada grande se conquista si no se tiene el ideal y la determinación de alcanzarlo y el realismo para no equivocar de camino.
A lo largo de la historia el Partido hubieron momentos de expansión y otros de achicamiento. Influyó mucho el estado de flujo o reflujo del movimiento de masas y también el impacto de la influencia internacional. La revolución soviética, china, cubana, ejercieron un peso muy grande en fases determinadas. Pero ahora la situación es diferente. Todo cuanto logremos alcanzar será resultado del esfuerzo propio. Estamos obligados a resolver los problemas por nosotros mismos, desde la elaboración de la teoría de la revolución y el Partido hasta la solución de los asuntos de dirección, económicos o prácticos. Esto tiene su ventaja: nos impone la necesidad de pensar con cabeza propia, crear, organizar, buscar respuestas partiendo de nuestra realidad y condiciones, confiando en nuestras fuerzas y capacidades, pero sobre todo en la fuerza y capacidad del pueblo peruano.
Pero exige también una nueva mentalidad: abierta a lo nuevo, innovadora, crítica y autocrítica, con sentido práctico y de realización. Para eso se requiere contar con la decisión y con la fuerza capaz de romper el fardo de la costumbre, de los hábitos establecidos, de la rutina acumulada como un peso muerto, del subjetivismo y la asfixia en las minucias del día, de los temores que frenan el ensanchamiento de lo nuevo que hay que asimilar e introducir. Una mentalidad que entienda al Partido de cara a las masas, a la realidad concreta del país, a la vida palpitante y en renovación constante.
No se puede decir que estamos liberados de viejas ataduras burocráticas, sectarias, autoritarias o subjetivistas. Estas existen en mayor o menor dimensión, y son frenos que impiden avanzar. Estudiarlas en serio y sacarse de encima estos fardos es una tarea constante. De poco valdrá hablar de la importancia de la ideología sin atacar estos males a fondo y sin concesiones. Tenemos que bajar la ideología de los conceptos abstractos, de las frases generales, a sus expresiones concretas en todas las esferas del trabajo. Entenderla como valores fundamentales y como puntos de vista, estilos de trabajo y actitudes que caracterizan a los comunistas.
Una cuestión fundamental que necesitamos resolver es el fortalecimiento de los vínculos del Partido con la clase obrera y con el pueblo trabajador en general. Vínculos no sólo gremiales o reivindicativos, sino, sobre todo, políticos y revolucionarios. El Partido no puede existir en función del prestigio de los sindicatos y organizaciones populares que dirige, sino afirmando su propio espacio de influencia ideológica, política, cultural y ética en el seno de los trabajadores allí representados. La capacidad de dirección del Partido entre las masas y sus organizaciones naturales no se ejerce en función del control burocrático-administrativo de aquéllos, sino de su presencia organizada, orientadora y prestigiada como destacamento político revolucionario y socialista. El economicismo o bien el control burocrático de las masas nada tienen de común con el marxismo-leninismo. Si las masas crean la historia, la hacen rompiendo la estrechez de uno y otro, elevándose del nivel de la espontaneidad al de la conciencia crítica del sistema de explotación del hombre por el hombre. Pero para ello necesitan organizarse en partido político, asumiendo el socialismo como su bandera de lucha.
Resumiendo: necesitamos construir un partido revolucionario de masas, unificado y correcto, grande por su influencia y su presencia organizada, por su enraizamiento entre la clase obrera y el pueblo, con capacidad de conducción de masas, con claridad en su línea y con amplitud de horizonte, con un liderazgo que se construya en los diversos ámbitos de la vida política, social, cultural. Un Partido seguro de contar con su propio espacio de influencia política e ideológica, con bases políticas que le sirvan de puntos de apoyo estratégicos, con un contingente de dirigentes y cuadros que le garanticen su papel de dirección, con una fuerte periferia de simpatizantes y amigos. En suma, un Partido armado con el marxismo-leninismo y firmemente implantado en las masas y en la realidad concreta del país, con vocación de Poder. No es descabellado plantearse esta tarea. Maduran las condiciones que permitirían hacerlo realidad si se trabaja con esa visión.
No es concebible un proyecto socialista como el que proponemos sin el manejo inteligente de la estrategia y la táctica revolucionarias. Considerado el escenario histórico en su conjunto, la lucha final sólo tiene dos contendientes: capitalismo o socialismo. El Partido Comunista del Perú, que no renuncia a la lucha por la democracia y la independencia nacional, y que se encuentra en la primera línea para llevarlas a cabo de forma consecuente, tiene su meta inequívoca en el socialismo. Llevarlo a cabo, sin embargo, significa un proceso difícil, complejo, continuo, en el que se avanza por etapas y fases, dependiendo de muchos factores, entre ellos la correlación de clases y fuerzas existente en cada momento, el escenario internacional, el grado de acumulación y de influencia ideológica, política, cultural, sindical y de masas alcanzado, la presencia de crisis revolucionaria en la sociedad, el desenlace revolucionario o la imposición de salidas contrarrevolucionarias para impedirlo. Si la estrategia es ciencia y la táctica arte, lo menos que puede hacerse es estudiarlos en serio, comparando las experiencias de hoy con las experiencias de la historia.
La reconstrucción del Partido sigue siendo una tarea fundamental que compromete a todos los comunistas. A diferencia del período del VI Congreso hoy estamos en mejores condiciones para definir los pasos a seguir y las metas a alcanzar.
* Parte del capítulo VI del Informe al VII Congreso Nacional, “El partido que necesitamos”. En este capítulo están contenidos los principios, alcance y retos que nos plantea el partido revolucionario de masas y la reconstrucción que ello implica.
Al abordar los problemas de organización existe el riesgo de exagerar la ideología y perder de vista o descuidar sus principios particulares, cayendo nuevamente en la unilateralidad.
Ya hemos dicho que la organización tiene principios, métodos, formas, normas que le son inherentes, independientemente de que en su trasfondo esté siempre presente la ideología y la política. Además, existe una variedad enorme de organizaciones políticas, sociales, económicas, culturales, sindicales, étnicas, de género, deportivas, etc. El Partido es una forma específica de organización política del proletariado peruano. Por eso la necesidad que tenemos de contar con un enfoque concreto acerca de lo que es propiamente la construcción orgánica del Partido.
Si examinamos el sistema de organización, el funcionamiento de las células y los comités, o la aplicación del centralismo democrático en el Partido, notaremos rápidamente gruesas fallas y desviaciones. Poniendo como ejemplo el centralismo democrático, observaremos que al lado de errores en su aplicación -que facilitan en unos casos tendencias anárquicas y liberales o autoritarias, en otros- existe una incomprensión de sus fundamentos teóricos, políticos e ideológicos. Si este principio, que es el más importante en el terreno organizativo, no funciona o funciona mal, no esperemos que el Partido se encuentre en capacidad de llevar a cabo sus políticas, cumplir sus tareas, tener disciplinadas sus filas. Sin democracia interna se abrirán paso el autoritarismo y el verticalismo, y no nos encontraremos en condiciones de captar la sabiduría colectiva del Partido y de las masas, ni de comprometer a éstas en la lucha que promovemos. De otro lado, si no funciona adecuadamente el centralismo, se abrirá paso la anarquía, se debilitarán la cohesión interna y la capacidad de dirección, y tampoco estaremos en condiciones de poner en práctica las decisiones adoptadas poniendo en movimiento la iniciativa de la gente. Necesitamos democracia como centralismo, libertad como disciplina, espíritu de sacrificio como satisfacción moral. Esto no se logra por la vía puramente administrativa, sino a través de una firme educación y lucha ideológica, de la compenetración con la política del Partido, sumados al control en el cumplimiento de las tareas. Quienes poseen un firme espíritu partidista y una práctica partidista, poseerán también una sólida actitud democrática y de respeto a las masas, junto con la firme determinación y disciplina para llevar a cabo las decisiones asumidas.
Los comunistas estamos obligados a estudiar las leyes y principios que rigen la construcción orgánica del Partido, sus formas y métodos. Existen principios universales, aplicables a todas las formas de organización (el Estado, los partidos políticos, las empresas, los sindicatos, las cooperativas, el ejército, etc.). Necesitamos estudiarlos así como asimilar la experiencia internacional del proletariado, sin descuidar en ningún momento lo que es propio del Partido en las condiciones del Perú, de la lucha de clases tal como se presenta, del momento concreto en que nos encontramos. Sería erróneo creer que nada tenemos que aprender de otras experiencias o de otras formas de organización, como lo sería también imitarlos ciegamente sin tomar en cuenta nuestra realidad y objetivos. Lo que nos proponemos construir es un partido revolucionario de masas eficiente, moderno, creativo, que despliegue el entusiasmo y las cualidades de sus militantes, unificado en el pensamiento y la acción, enraizado en las masas, que crezca en el número de sus militantes y su influencia, capaz de convertirse en la alternativa que el pueblo peruano aguarda.
Al abordar los problemas de organización estamos obligados a diferenciar aquello que es propio del Partido de aquello que corresponde a organizaciones tales como el MNI, la Juventud Comunista, la Juventud Popular u otras formas de organización de frente único, sindical o de masas. Es erróneo medir todas ellas con la misma regla y utilizar los mismos procedimientos y métodos. A cada cual lo que le corresponde. No considerarlo nos genera problemas. Muchos camaradas confunden el Partido con el MNI, o el sindicato con el Partido, y trasladan mecánicamente los métodos de uno a otro. Este es un tema que debe merecer nuestra atención y hacer el esclarecimiento del caso. Un partido de vanguardia no puede entender la organización solamente como lo propio, olvidando la suma de organizaciones que dirige, influye o necesita ganar bajo su influencia. Sólo el Partido nunca será suficiente, incluso en el socialismo. ¿O creen ustedes que podríamos conseguir nuestros objetivos revolucionarios dejando de lado el frente único, los sindicatos, las organizaciones de masas, culturales, de género? No olvidemos que los grandes ríos son la suma de decenas o cientos de afluentes, ninguno de ellos igual al resto. Es pues indispensable que las tomemos en cuenta, reconociendo sus peculiaridades y sus formas específicas. Depende de nosotros saber unirlas y canalizarlas hacia el objetivo común.
El enfoque concreto es igualmente necesario al momento de examinar el trabajo organizativo del Partido. Si actuamos así nos preguntaremos: ¿por qué el Partido funciona en algunos lugares y en otros no?, ¿por qué en algunos comités se incrementa el número de militantes y en otros se estanca y decrece?, ¿por qué los comités no funcionan o funcionan deficientemente?, ¿por qué las células son débiles y muchas veces con escaso o nulo vínculo con las masas populares? ¿Por qué, finalmente, nuestra raíz en el proletariado continúa siendo débil?. Si no se toman en cuenta las circunstancias concretas en que se halla el Partido y sus militantes, usaremos un rasero único para todos los casos, y entonces el resultado será siempre negativo. Partiendo de las cuestiones generales, estamos en la obligación de atender la circunstancia concreta, donde siempre estarán presentes distintos factores que hay que examinar en detalle.
EL PARTIDO QUE NECESITAMOS*
... El problema que se nos presenta ya no está en el hecho de que las masas no quieren avanzar o no se atreven a luchar, como ocurrió en buena parte de la década de los noventas. Ahora el asunto es otro: amplios sectores del pueblo se incorporan a la lucha democrática, y sus sectores más avanzados a la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo. Esta situación exige un Partido Comunista con capacidad de enfrentar y dirigir este proceso. Con capacidad no solamente orgánica, también política, ideológica, cultural, con implantación real y condiciones de desarrollo en el seno de esas masas. La influencia del espontaneísmo o el empirismo, el peso que todavía conservan el abstencionismo político o el sectarismo, la insuficiente unidad ideológica o la debilidad teórica, los desajustes en el sistema de comités y el centralismo democrático, o la falta de adecuado entendimiento de la conducción y dirección revolucionarias, por ejemplo, dificultan acelerar la marcha y adecuarse rápidamente a los cambios que se producen a gran velocidad. El factor subjetivo, consciente, organizado, que es el Partido, no marcha al ritmo de los acontecimientos. Es aquí donde debemos producir un salto de calidad. Su comprensión es decisiva para ordenar y orientar el trabajo a lo largo del período. Todo esto en un mundo cambiante que no se puede desconocer y que ejerce influencia considerable en la marcha del Partido. Dar ese salto de calidad es una condición para seguir avanzando y, al mismo tiempo, un reto no pequeño.
De lo expuesto se puede deducir que no es suficiente ratificar la fidelidad marxista-leninista del Partido. Necesitamos ir más allá: a resolver los problemas concretos y las peculiaridades que plantea la revolución a los comunistas peruanos. Es aquí como iremos reconstruyendo el Partido, elevando su capacidad de conducción, organización y elaboración teórica e intelectual.
En estas premisas se funda el partido revolucionario de masas que necesitamos. Hasta ahora, y en lo fundamental, no hemos logrado salir de la mentalidad de partido secta. Un partido que piensa y actúa más hacia adentro que hacia afuera, hacia las masas. Sin una columna de cuadros fundamentales, ningún partido, menos el comunista, puede cumplir su misión. El reduccionismo del Partido a los cuadros, sin embargo, olvida la masa de militantes y la relación de éstos con la masa del pueblo, sin cuyas dos relaciones fructíferas no tiene futuro.
Necesitamos construir un partido grande por su influencia ideológica, política, cultural y ética en la sociedad, por su presencia directa y capacidad de conducción entre los trabajadores y en general en el pueblo, por su capacidad y lucidez revolucionaria, pero también grande por su número de afiliados, simpatizantes y amigos. Este, desde luego, es un proceso complejo, difícil, de riesgo. Pero nada grande se conquista si no se tiene el ideal y la determinación de alcanzarlo y el realismo para no equivocar de camino.
A lo largo de la historia el Partido hubieron momentos de expansión y otros de achicamiento. Influyó mucho el estado de flujo o reflujo del movimiento de masas y también el impacto de la influencia internacional. La revolución soviética, china, cubana, ejercieron un peso muy grande en fases determinadas. Pero ahora la situación es diferente. Todo cuanto logremos alcanzar será resultado del esfuerzo propio. Estamos obligados a resolver los problemas por nosotros mismos, desde la elaboración de la teoría de la revolución y el Partido hasta la solución de los asuntos de dirección, económicos o prácticos. Esto tiene su ventaja: nos impone la necesidad de pensar con cabeza propia, crear, organizar, buscar respuestas partiendo de nuestra realidad y condiciones, confiando en nuestras fuerzas y capacidades, pero sobre todo en la fuerza y capacidad del pueblo peruano.
Pero exige también una nueva mentalidad: abierta a lo nuevo, innovadora, crítica y autocrítica, con sentido práctico y de realización. Para eso se requiere contar con la decisión y con la fuerza capaz de romper el fardo de la costumbre, de los hábitos establecidos, de la rutina acumulada como un peso muerto, del subjetivismo y la asfixia en las minucias del día, de los temores que frenan el ensanchamiento de lo nuevo que hay que asimilar e introducir. Una mentalidad que entienda al Partido de cara a las masas, a la realidad concreta del país, a la vida palpitante y en renovación constante.
No se puede decir que estamos liberados de viejas ataduras burocráticas, sectarias, autoritarias o subjetivistas. Estas existen en mayor o menor dimensión, y son frenos que impiden avanzar. Estudiarlas en serio y sacarse de encima estos fardos es una tarea constante. De poco valdrá hablar de la importancia de la ideología sin atacar estos males a fondo y sin concesiones. Tenemos que bajar la ideología de los conceptos abstractos, de las frases generales, a sus expresiones concretas en todas las esferas del trabajo. Entenderla como valores fundamentales y como puntos de vista, estilos de trabajo y actitudes que caracterizan a los comunistas.
Una cuestión fundamental que necesitamos resolver es el fortalecimiento de los vínculos del Partido con la clase obrera y con el pueblo trabajador en general. Vínculos no sólo gremiales o reivindicativos, sino, sobre todo, políticos y revolucionarios. El Partido no puede existir en función del prestigio de los sindicatos y organizaciones populares que dirige, sino afirmando su propio espacio de influencia ideológica, política, cultural y ética en el seno de los trabajadores allí representados. La capacidad de dirección del Partido entre las masas y sus organizaciones naturales no se ejerce en función del control burocrático-administrativo de aquéllos, sino de su presencia organizada, orientadora y prestigiada como destacamento político revolucionario y socialista. El economicismo o bien el control burocrático de las masas nada tienen de común con el marxismo-leninismo. Si las masas crean la historia, la hacen rompiendo la estrechez de uno y otro, elevándose del nivel de la espontaneidad al de la conciencia crítica del sistema de explotación del hombre por el hombre. Pero para ello necesitan organizarse en partido político, asumiendo el socialismo como su bandera de lucha.
Resumiendo: necesitamos construir un partido revolucionario de masas, unificado y correcto, grande por su influencia y su presencia organizada, por su enraizamiento entre la clase obrera y el pueblo, con capacidad de conducción de masas, con claridad en su línea y con amplitud de horizonte, con un liderazgo que se construya en los diversos ámbitos de la vida política, social, cultural. Un Partido seguro de contar con su propio espacio de influencia política e ideológica, con bases políticas que le sirvan de puntos de apoyo estratégicos, con un contingente de dirigentes y cuadros que le garanticen su papel de dirección, con una fuerte periferia de simpatizantes y amigos. En suma, un Partido armado con el marxismo-leninismo y firmemente implantado en las masas y en la realidad concreta del país, con vocación de Poder. No es descabellado plantearse esta tarea. Maduran las condiciones que permitirían hacerlo realidad si se trabaja con esa visión.
No es concebible un proyecto socialista como el que proponemos sin el manejo inteligente de la estrategia y la táctica revolucionarias. Considerado el escenario histórico en su conjunto, la lucha final sólo tiene dos contendientes: capitalismo o socialismo. El Partido Comunista del Perú, que no renuncia a la lucha por la democracia y la independencia nacional, y que se encuentra en la primera línea para llevarlas a cabo de forma consecuente, tiene su meta inequívoca en el socialismo. Llevarlo a cabo, sin embargo, significa un proceso difícil, complejo, continuo, en el que se avanza por etapas y fases, dependiendo de muchos factores, entre ellos la correlación de clases y fuerzas existente en cada momento, el escenario internacional, el grado de acumulación y de influencia ideológica, política, cultural, sindical y de masas alcanzado, la presencia de crisis revolucionaria en la sociedad, el desenlace revolucionario o la imposición de salidas contrarrevolucionarias para impedirlo. Si la estrategia es ciencia y la táctica arte, lo menos que puede hacerse es estudiarlos en serio, comparando las experiencias de hoy con las experiencias de la historia.
La reconstrucción del Partido sigue siendo una tarea fundamental que compromete a todos los comunistas. A diferencia del período del VI Congreso hoy estamos en mejores condiciones para definir los pasos a seguir y las metas a alcanzar.
* Parte del capítulo VI del Informe al VII Congreso Nacional, “El partido que necesitamos”. En este capítulo están contenidos los principios, alcance y retos que nos plantea el partido revolucionario de masas y la reconstrucción que ello implica.
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